jueves, 2 de agosto de 2007

Estaba en el metro con una mujer. Era mi amiga, gran amiga. Ella era realmente preciosa, cabello miel corto, rasgos suaves y finos, ojos almendrados de un torbellinoso verdenegrocafeverde. En serio que era muy bonita. Estaba con una chaqueta corta de cuero rojo gastado, jeans y zapatillas. Y nos subíamos al último vagón del metro. Y justo frente a nosotras, que íbamos mirando por la última ventana que no daba a a cabina, estaba el final del otro vagón, y allí había un tipo demasiado hermoso. Alto, rubio, nariz perfectamente masculina, ojos café. En fin, todo un adonis. Y comenzaba a mirarnos. Y mientras nuestro carro partía, él hacía gestos con sus manos como diciendo:
-"hey! dame tu teléfono, espérame en la otra estación"
Mi amiga que era muy lenta para estas cosas no hacía nada, pero yo si. Y algo trataba de comunicarle.
Entonces el muchacho, que a todo esto vestía pantalones amarillos, bototos negros y camisa roja, se bajó del vagón, y corrió por la vía. Mientras yo continuaba con mi movimiento frenético de manos.
De algún modo, el vagón de a poco se transformaba en un auto, yo era la copiloto y ya no estábamos en el túnel del metro, sino en un túnel de alguna carretera, pero el chico seguía ahí corriendo hacia nosotras.
Lo único que cambiaba era el hecho que nosotras íbamos retrocediendo y no podíamos parar en ese lugar, creo que debíamos salir del túnel.
En fin, yo estaba convencida que había flirteado con el chico y estaba muy contenta.
Cuando logró alcanzarnos, yo me asomaba por la ventana para que conversáramos y él ¡se acercaba a la puerta de mi amiga!
Que vergüenza más grande.
Y ella estaba roja, porque nunca pensó que él corría por su causa.

No hay comentarios: