jueves, 20 de septiembre de 2007

Estaba en el funeral de tu amado pololo. Y yo radiante te felicitaba por su muerte. Él era un estorbo para ti amiga. Y tú como siempre, sin tu maldita opinión aceptabas tranquila lo que te decía. Podía mirar tu pelo largo y rubio de cerca, siempre tan bonito, siempre tan bien cuidado.

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Un tipo con muletas era succionado por el metro. Y yo veía horrorizada esta imagen, sin poder hacer nada. La gente corría despavorida en el andén. Gritaban, graznaban, gruñían. El vagón estaba lleno de restos del inválido, de sangre del inválido, del olor del inválido. Podía recordar la expresión de miedo de su rostro. Podía volver a escuchar sus gritos y el sonido de su cuerpo desarmandose. Podía oir y ver y oler toda la grotesca escena una y otra vez.
No me quiero subir al metro... Y buscaba una salida.
Afuera todo rural. Como en el campo.
O tomaba el metro para llegar a mi casa, o lo tomaba.

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