viernes, 21 de septiembre de 2007

Una araña chupona se había pegado a mi mejilla mientras dormía. Esta araña era sumamente venenosa, tanto así que al momento de picar, me mataría. Se alimentan de sangre, por lo tanto tenía que esperar a que ella sola se soltara.
Toro dormía en la habitación de al lado, y lo iba a buscar. Le mostraba la araña (que era bastante grande) y él decidía que despertáramos a mis padres.
Ellos decidían que debíamos esperar simplemente. La araña me tenía que soltar en algún momento. Si la forzábamos me picaría y eso me mataría.
Mi papá intentaba sacarla con fuego, pero yo me negaba. Según él las arañas al igual que las sanguijuelas se soltaban con calor... en fin, era mi vida la que estaba en juego.
Finalmente la araña se soltaba pero no me dejaba tranquila. Sentía como sus puntiagudas patas se clavaban en mi cuello y luego comenzaban a subir por mi nuca, entre el cabello. Y sentía como lo jalaba hacia los lados, le costaba subir por entre el enmarañado pelo. Sus patas me pinchaban y el sonido me estaba volviendo loca. Tlick tlack tlick tlack.
Finalmente se iba, y de recuerdo me dejaba un moretón rojizo en la mejilla.

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Trabajo en un edificio. Me desempeño en el piso 1. Los del piso 1 no nos juntamos con los del 2.3.4, etc. Tenemos ropas que nos distinguen. Mi trabajo es proyectar imágenes, como hologramas. Sólo hago eso.
No usamos las mismas puertas, ni los ascensores.
Pero un día decidí ir al piso 8 al finalizar el turno. Subí y me encontré con muchas mujeres y hombres que estaban cansados y eran literalmente conducidos a los vagones del tren que los llevaría a su hogar. Uno de los guardias me veía:
-"Señorita, ud. no debería estar aquí, esta no es su área."
-"No se preocupe, quiero tomar este tren porque me deja más cerca de casa"

Al entrar al feo vagón lo modifico a mi alrededor. Las ventanas ahora se ven limpias, y como si fuera un atardecer. El asiento mullido y de color café.
Y ellos me miran, sin entender mucho.
Y la verdad es que yo tampoco lo entiendo.

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Estoy entre muchas escaleras muy inclinadas, casi verticales. Hay diversos caminos y lo único que deseo es bajar. Y primero lo hago lentamente, peldaño por peldaño. Pero luego no, salto de 3 en 3 y es genial, porque mientras mas bajo más rápido voy, es como si la propia escalera me fuese incitando a bajar cada vez más rápido, como si me empujase.
Veo mis pies como saltan ágilmente.

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